Ser padres es sin duda uno de los retos más complejo al que nos enfrentamos en la vida. Es una experiencia llena de ilusión y aprendizaje, pero también de dudas, conflictos y estrés. Nos pone a prueba cada día y pasamos por tantas etapas diferentes que uno tiene que irse adaptando constantemente.
Pero al final todos los padres queremos las mismas cosas, ver a nuestros hijos felices, que aprendan a enfrentarse a las circunstancias que les surjan en su día a día y tener una buena relación con ellos, una relación que nos permita disfrutar juntos y en la que sepan que pueden confiar en nosotros cuando tengan dificultades.
Para que todo esto se dé, necesitamos prestar atención a algo que no se aprecia a simple vista pero que nos acompaña a todas partes: las emociones, las nuestras como las de nuestros hijos, tanto las que son agradables, como las desagradables.
Las emociones nos acompañan cada día y van a influir en nuestras decisiones y maneras de actuar, por lo que dedicarle tiempo a entenderlas y buscar la mejor forma de expresarlas será una tarea con enormes beneficios para nosotros los padres y para nuestros hijos.
Hace tiempo que venimos escuchando la importancia de “estar presente”, pero ¿qué es esto exactamente?
Estar presente, vivir aquí y ahora significa que nuestro cuerpo y nuestra mente están en el mismo lugar. Normalmente vivimos en «modo piloto automático» (esto se produce cuando nuestra mente está en un lugar diferente a donde está nuestro cuerpo) intentando llegar a todo y haciendo varias cosas a la vez.
Estar en piloto automático también conocido como “mente de mono”, representaría cómo funcionan los pensamientos dentro de nuestra mente, que saltan de un lado a otro como un mono lo hace en las ramas de los árboles. En la mente este movimiento es continuo y eso hace que no nos dé tiempo a enfocar nuestra atención en lo que hacemos mientras lo hacemos. Nos perdemos así disfrutar de las pequeñas y simples experiencias de la vida.
Estar presente “emocionalmente” es pues, poder conectar con nuestras emociones y las de nuestros hijos, poder darles un lugar para aceptarlas, escucharlas y regularlas cuando sea necesario.

¿Cómo podemos acompañar a nuestros hijos estando presentes emocionalmente?
– Contener, acompañar y ayudar a regular las emociones
Esto es algo que ayuda enormemente a nuestros hijos. Para que un niño pueda gestionar poco a poco todo lo que va sintiendo, tiene que haber un adulto que le ayude primero.
Todo esto se aprende y se ensaya, no nacemos con la capacidad de regular las emociones. Igual que aprendemos a montar en bici después de mucha práctica, con la regulación emocional sucede los mismo. Los niños necesitan a sus padres para que en un principio le ayuden a regularse y así poco a poco irán integrando la forma de hacerlo. Es como si los padres condujeran los primeros años por las autopistas emocionales por las que transitan sus hijos.
– Enseñar el lenguaje con el que expresar lo que sienten
Todo este vocabulario, los niños lo irán aprendiendo poco a poco, por eso es importante que los padres pongan nombre a los sentimientos, tanto suyos como los de sus hijos, que forme parte de nuestro día a día compartir como nos sentimos.
– Escuchar con atención y validar las emociones
Escuchar es una de las habilidades más complejas, aunque a simple vista parezca muy sencillo. La conexión comienza con una escucha total. Intentar ver las cosas desde la perspectiva del niño le hará sentirse entendido y acompañado. Será entonces más fácil que nos cuenten su día a día y así podemos ir observando cómo se sienten antes las cosas que les van sucediendo, como va reaccionando, como es su estado de ánimo, etc.
– Dar recursos al niño y mostrar alternativas
Trasmitir a nuestros hijos que pueden hacer algo con aquello que les pasa, que eso que hagan puede suavizar en gran medida aquello que sienten (Ej: “Se que estás asustado, es la primera vez que vas a hacer esto y es normal sentirse así. A mi también me pasaba cuando era pequeño, te contaré algunas cosas que me ayudaban a mi cuando tenía tu edad”).
También podemos hacerle preguntas para que poco a poco pueda ir reflexionando y encontrar sus propias respuestas (Ej: “Veo que te ha enfadado lo que te ha dicho tu amigo, ¿qué crees que le puedes decir la próxima vez?, ¿Crees que eso te ayudaría a sentirte un poco mejor?, que te parece si lo practicamos, yo voy a hacer de tu amigo y luego intercambiamos los papeles”).
– Presta atención a cómo te sientes
Si queremos resolver un conflicto con nuestro hijo, es importante que antes de acercarnos revisemos como nos sentimos. Es muy difícil resolver algo si estoy muy enfadado, si esto es lo que nos pasa merecerá la pena esperar a calmarnos, para luego acercarme de una forma más tranquila. Nuestro hijo nos recibirá mejor y será mucho más fácil llegar a buenos acuerdos. Para poder conectar y empatizar con mi hijo tengo que hacer eso primero conmigo.
Hábitos que favorecen nuestra conexión emocional
– Compartir con ellos nuestro día, no solo lo que hemos hecho, sino también como nos hemos sentido. Si hemos tenido un día difícil, les podemos decir que hacemos después para calmarnos, que nos sirve a nosotros. De esta forma le estaremos dando ejemplo de cómo nos regulamos para que poco a poco lo vayan interiorizando.
– Expresar lo importante que es para nosotros el hecho de compartir con ellos nuestro día
– Señalarles todo aquello que nos gusta de ellos.
– Aprovechar los trayectos juntos, al cole, por ejemplo, para charlar, cantar juntos en el coche, compartir futuros planes y compartir cualquier cosa que nuestro hijo necesite.
– Prestar plena atención cuando nos cuenta alguna cosa.
– Preguntarles su opinión, eso no quiere decir que van a hacer lo que ellos quieran, pero si les vamos a trasmitir que les tenemos en cuenta.
– Jugar, conectar con ese niño que fuimos y dejarnos llevar para poder compartir un rato de juego y risas, donde las normas y reglas se queden a un lado por un rato.
– Resolver los conflictos, después de un enfado o malentendido, es importante que los padres reestablezcamos la relación, para ello es importante que estemos ya calmados y hayamos reflexionado sobre lo ocurrido.
– Dar importancia a los pequeños gestos: saludar, sonreír, dejar el teléfono u ordenador a un lado, parar durante un rato lo que estamos haciendo, sentarnos a su lado a ver que hacen etc.
– Establecer rutinas que nos ayuden a conectar diariamente, por ejemplo, un tiempo especial a la hora de ir a dormir leyendo un cuento, cenar todos juntos sin la televisión y de esta forma poder compartir entre todos nuestro día, dar un paseo a solas con nuestro hijo etc.
Muchos de los conflictos que tenemos en el día a día con nuestros hijos son precisamente por esa falta de presencia y conexión, por lo que es importante pararnos a pensar como estamos y como nos mostramos en ese vínculo que tenemos con cada uno de ellos.
Estar presente es poder dejarlo todo durante un rato, es desear compartir con nuestro hijo, es escucharle con atención cuando nos cuenta algo, es aceptar que el ritmo de un niño es diferente al de un adulto, es tener como objetivo diario fomentar una buena conexión para que generemos con ellos un buen vínculo.
Estamos donde está nuestra mente, pero solo podemos actuar donde está nuestro cuerpo. Lograremos estar presentes cuando nuestra mente y nuestro cuerpo estén en el mismo lugar.
Berta Ponce
Psicoterapeuta infanto juvenil
Departamento de Educación de Secoe