Uno de los objetivos que tenemos todos los padres en la crianza de nuestros hijos es conseguir que poco a poco sean autónomos. Este objetivo a lo largo de los años nos trae muchas satisfacciones cuando vemos que nuestros hijos son ya capaces de hacer cosas por sí mismos ( ya sabe atarse los zapatos, escribir, pedir en un tienda lo que quiere, quedarse a dormir en cada de amigos etc.) y también es un proceso donde constantemente nos despedimos de etapas para pasar a otras nuevas (ya no quiere que le coja en brazos porque quiere ir caminando, no quiere que le ayude a vestirse porque quiere hacerlo solo etc.)
Los padres nos enfrentamos a muchos retos en el desarrollo: conseguir que duerma toda la noche, que camine, que deje los pañales, el chupete…
La alimentación es uno de esos retos que pasa por muy diferentes etapas los primeros años de vida.

Cuando un niño nace los padres saben que alimentar a su hijo es su responsabilidad y que sobreviva depende de ellos, es por ello por lo que se convierte en algo importante para los papás.
A partir de que el niño cumple su primer año y empieza a caminar el interés por la comida suele disminuir, esto es debido a que su crecimiento es más lento a partir de ese momento y también que el caminar les ofrece otros intereses (antes me llevaban en brazos o en carrito donde mis padres querían, ahora si algo me llama la atención puedo ir yo solito). Esto genera tanta satisfacción que el interés por la comida disminuye.
A partir del segundo año, el niño empieza normalmente a querer hacer las cosas solo (yo solito), así empieza un proceso de autonomía que le hará sentir muy orgulloso. Es importante que los padres respeten este proceso ya que influirá muy positivamente en la autoestima del pequeño.
El tercer año es el inicio del cole, una etapa nueva para padres e hijos donde ambos se tendrán que adaptar a todas las novedades con las que se van a encontrar.
En la alimentación nos encontraremos con diferentes momentos en estos primeros años, a veces el niño querrá comer solo, coger la cuchara, experimentar con la comida y será un buen momento para que los padres frenen el impulso de ayudarle y dejen que vaya practicando, reforzando el que el niño quiera intentarlo. Pero también habrá días que reclamen ayuda, que estén cansados, no quieran lo que les hemos preparado o que algún alimento que antes comían sin dificultad no lo quieran durante un tiempo.
Todo esto es algo normal en este proceso de aprendizaje.
Cómo pueden ayudar los padres a tener una buena relación con la comida
Desde que el niño nace tiene el instinto de notar la sensación cuando está lleno (cada uno somos diferentes en este sentido, esto nos pasa también con el sueño, el frío, el dolor….cada uno lo sentimos de distinta manera). Respetar el instinto y el apetito del niño es respetar al niño.
Cuando tengamos que introducir los alimentos nuevos lo mejor será hacerlo poco a poco y en poca cantidad.
Si establecemos buenos límites a la hora de comer será más difícil que surjan dificultades: una comida igual para todos, adaptar las cantidades a la edad del niño, nos sentamos a la mesa a comer y evitamos las distracciones (TV, móvil, juguetes…), aprovechamos el momento de la comida para estar juntos y contarnos como hemos pasado el día.
Revisar como padres cómo nos sentimos cuando el niño no quiere comer, cuando rechaza alimentos nuevos …. El momento de la comida tiene que estar vinculado a algo agradable, muchos momentos de tensión repetidos en el tiempo pueden dar lugar a problemas a largo plazo que serán luego más difíciles de eliminar si la alimentación ha quedado vinculada a momentos de tensión emocional.
Como padres somos sus modelos y tenderán a imitarnos, si los los papás comemos de todo y probamos cosas nuevas, lo más probable es que nuestros hijos acaben haciendo lo mismo.

Cómo ayudar a los niños cuando surgen dificultades
Es importante tener en cuenta que no existen recetas mágicas, cada niño es diferente y deberemos ir probando estrategias para ver cuál se adapta mejor al niño.
En los primeros años es frecuente encontrarnos con niños a los que les cuesta masticar. Aprender a masticar de manera correcta aporta al niño muchos beneficios: Disminuye la posibilidad de atragantamientos, favorece el desarrollo y fortalecimiento de los músculos de la cara, protege la salud de los dientes, ya que tomar diferentes texturas ayuda a la autolimpieza, algo que no sucede por ejemplo con la leche y facilita la digestión.
Los niños no aprenden a masticar de un día a otro, sino que es un proceso. Para ayudarles podemos:
- Podemos empezar cambiando poco a poco las texturas de los alimentos (batidora- pasapurés- aplastando los alimentos con el tenedor)
- Le podemos ir ofreciendo trocitos para que pueda cogerlos solo (pasta, verduras, fruta, arroz…)
- Le podemos poner trocitos en la muela para que poco a poco empiece a masticar
- También podemos hacer a modo de juegos, ejercicios para fortalecer toda la musculatura de la cara que interviene en este proceso (tratar de tocar la nariz con la lengua, cantar la la la, ponerle un poquito de zumo en los labios y decirle que se los limpie con la lengua, tirar besos al aire, hacer muecas con la cara, soplar pompas de jabón, hacer pedorretas, tocar un silbato…)
Todo esto, además, estimulará el lenguaje, ya que los procesos de succión, masticación y deglución ayudan a desarrollar los músculos de la cara.
También nos podemos encontrar con niños que tienen alteraciones sensoriales: hiposensibilidad (poca sensibilidad) o hipersensibilidad (mucha sensibilidad) en uno o varios sentidos, lo que puede provocar alteraciones en la alimentación:
- Auditivas: Ruidos intensos, agudos o repetitivos, por ejemplo, las galletitas saladas (pueden ser muy molestas)
- Tacto: sensibilidad a ciertas texturas de los alimentos que pueden provocar rechazo a la comida.
- Sabores: hay niños que reaccionan mal a ciertos sabores haciendo que esto limite lo que comen.
- Visual: la forma de presentación, la forma del alimento o el color pueden causar rechazo, suelen preferir los rojos, naranjas o amarillos y tener más dificultad con los verdes u oscuros.
- Olfato: ciertos olores pueden provocar más atracción o menos a ciertos alimentos.
En los casos en que existe hipersensibilidad, por ejemplo, en el sentido del gusto, veremos qué sabor prefiere y empezaremos a introducir nuevos alimentos con un sabor parecido.
Así iremos probando poco a poco, empezando por los alimentos que, por su sabor, textura, color…se parecen más a los que el niño acepta bien.
Algunos niños muestran hiperselectividad, solo quieren algunos alimentos o algunas marcas, en este caso podemos ofrecerles alimentos nuevos con características parecidas a los que come.
Por ejemplo, si come pasta con tomate, utilizaremos el tomate para presentarle arroz, carne o pescado.
Hay niños que expresan su malestar en el tema de la alimentación a través de la conducta, aún no han aprendido a poner palabras a lo que sienten. Nos podemos encontrar con un niño que llora, escupe, tira comida, empuja el plato etc. Estos momentos, si bien son desagradables, nos dan la oportunidad de conocer mejor a nuestro hijo y hablar de su mundo emocional.

Cuando un niño se siente muy desbordado emocionalmente, lo primero que debemos hacer es ayudarle a calmarse. Aquí los padres debemos pensar primero: ¿qué es lo que me ayuda a mí a calmarme cuando me altero? Son cosas que normalmente no hemos aprendido de niños porque nadie nos las ha enseñado. Merecerá la pena dedicarle tiempo para que poco a poco los niños vayan aprendiendo a poner palabras a lo que sienten. Practicamos mucho otras cosas como, por ejemplo: enseñar a lavarse, aclararse, usar los cubiertos, vestirse, peinarse…. y es así como practicando mucho acaban por conseguirlo. ¿Porque no hacemos lo mismo con la conducta provocada por emociones desagradables?
Por ejemplo: parece que estás muy enfadado, a veces a todos nos gustaría comer solo lo que nos gusta, pero es muy importante aprender a comer de todo para que nuestro cuerpo esté sano y tengas mucha energía para jugar y aprender. ¿Te parece que intentemos calmar el enfado y lo expresemos de otra forma?
Cuanto más pequeño sea el niño más necesitara al adulto para ayudarle en este proceso, poco a poco cuando tenga más vocabulario y más practica le será más fácil expresar lo que siente de una manera adecuada.
Algunas estrategias que pueden ayudarnos
- sentarnos a comer en un ambiente tranquilo, con poco ruido y evitamos distracciones
- Ponernos objetivos de uno en uno, no todos a la vez (por ejemplo: primero me plantearé que el niño pueda estar un ratito sentado a la mesa, una vez conseguido esto, le voy a introducir algún alimento nuevo, más tarde le iré dejando que coja solito la cuchara etc.)
- Usar un ritmo tranquilo, intentar acelerar los procesos no adelanta los resultados.
- Cada alimento nuevo se introduce poco a poco, poniendo en el plato una cantidad mínima de lo que queremos introducir. Primero le diremos que mire el alimento nuevo, luego que lo toque con la punta de la lengua, más tarde probar una cucharadita etc.
- No regañar, no forzar, no chantajear.
- La clave del éxito es la paciencia y la constancia.
- Las estrategias que usemos han de mantenerse en el tiempo, no podemos decir que por probar algo una vez y no funcione eso ya no sea efectivo. Probaremos, dejaremos pasar un par de días y volveremos a probar.
- Si hay algún momento de enfado/ rabieta … podemos aprovecharlo para trabajar las emociones con el niño, validando la emoción, poniéndole palabras y buscando alternativas.
- Cuando el niño coma en casa con la familia, es importante que vea que otros adultos o sus hermanos comen diferentes alimentos, para que poco a poco se acostumbre a que haya otros alimentos encima de la mesa.
Para ir consiguiendo poco a poco estos objetivos y más autonomía en nuestros hijos a la hora de alimentarse, nuestras expectativas como padres han de ser a largo plazo, si no, nos sentiremos frustrados y eso influirá en la relación que tenemos con el niño.
Berta Ponce
Psicoterapeuta infanto juvenil
Departamento de Educación de Secoe